viernes, 10 de abril de 2009

Un pequeño dragón


Un dragón convive entre los martines pescadores, (¿existe?,
¿qué tan difícil es verlo?)

1 comentario:

  1. ¡Cierto! Es sabida la capacidad mimética de los dragones y otros seres afines. Desde fechas inmemoriales los estudiosos han discutido acerca de ello. En Europa se les concibió principalmente como luchadores, devoradores y guardianes. Pero hay otras latitudes donde se les conocen aspectos diversos. En las islas marquesas existen leyendas acerca del dragón con piel de mujer, que devora el corazón de sus amantes durante la noche misma de la consumación de sus votos matrimoniales para dar vida a sus descendientes. En Mesoamérica se conoce la leyenda de la Serpiente Emplumada, de la que no hace falta más descripción. Entre los aborígenes del Congo corre la conseja del N’kta’lengó azul –no confundir con el N’któ’leleé verde, del vecino Gabón- que rapta a un infante de cada generación a fin de iniciarlo secretamente en las artes adivinatorias. Ni que hablar de China, donde los fetos de dragón han de pasar mil años bajo el mar, mil en las montañas y otros mil entre los hombres, para conocer toda la creación y sus aspectos a fin de poder “nacer” como dragones cabales. Asimismo, en mi vida ha habido encuentros -para bien y para mal- con estos seres alados mimetizados o metamorfoseados, mismos que resultaron en batallas, aprendizajes, odios, amores y heridas formidables. En fin, que los dragones, enemigos o amigos, constructores o destructores, han vivido inadvertidos de la mayoría del género humano -a quien reflejan- durante siglos, exceptuando, claro está, a los infantes y demás mentes libres del planeta.

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