martes, 23 de marzo de 2010

MOMENTOS

1.
Tras una cortina de lágrimas he visto a mis ángeles sin alas. Pateados, golpeados, enjutos, asustados…Así son los perros callejeros. ¡Que por favor no me miren!, porque puedo sentirme completamente perdida en un mundo en el que muchas veces no quiero estar.

2.
Otras veces, al ver el brote de un árbol o una planta que florece, acepto vivir de nuevo.

3.
Circos, venta de loritos, de cachorros, o de huevos de tortuga… y nuevamente reniego mil veces de vivir rodeada de todo eso. ¿Has visto la carita expresiva de un zorro?, ¡y pensar que hay putas pintarrajeadas (remedos de seres humanos) que ambicionan tener abrigos de pieles! Con gusto mataría a todas, mujeres de cerebros huecos.

4.
Cantan los zanates, que se han apropiado de varios sitios arbolados de la ciudad (tal vez no es un canto, sino un graznido) y el mundo vuelve al orden, y otra vez estoy feliz de estar viva. Los miro volar como ráfagas negras, con largas alas; veo sus ojos amarillos claros: alertas y brillantes. Entonces, mi mundo toma forma de nuevo.

martes, 2 de marzo de 2010

El agua no me dijo nada, ni tu nombre ni quien eras. Sólo que cruzabas un puente en la oscuridad con una lámpara de papel en tus manos. Protegías la flama de la vela (si se extinguía, haría que se desvanecieran tus anhelos). Estabas en mis sueños, presente como un mantra repetido mil veces, y desde ahí te miraba aunque sabía que tu lenguaje y tu tiempo eran diferentes a los míos. Sobre el agua, flotaban las hojas de los lotos con algunas flores blancas. Sabes que soy una mujer a la que sus ensoñaciones le dan la vida. Te llamé tres veces con la mente, y el aire se llenó de música. Sentí esa noche, cómo tu dedo índice tocaba mi frente desvelada.

lunes, 1 de marzo de 2010



Este invierno me ha helado el alma. Me comprime el cuerpo y cuando miro el techo quisiera que me hablara (si al menos hablara como lo hace con uno de los personajes de Saramago), pero no, sólo está ahí impávido y silencioso. Nunca, como ahora he tocado mi soledad tan quieta y fría como un hielo permanente. Quisiera salir por la ventana para volar en una ráfaga de viento.

Sólo el calor de mis perros y su pelo suave me acerca a un universo de tibieza en donde el mundo se vuelve bueno y el cariño se palpa sin pedirlo. Mis manos tocan a estos ángeles sin alas y todo mi ser se sosiega como entregándome a un microcosmos en donde encuentro armonía. Porque ¡maldita sea! cómo necesito cariño y tener presencia en este mundo.