1.
Tras una cortina de lágrimas he visto a mis ángeles sin alas. Pateados, golpeados, enjutos, asustados…Así son los perros callejeros. ¡Que por favor no me miren!, porque puedo sentirme completamente perdida en un mundo en el que muchas veces no quiero estar.
2.
Otras veces, al ver el brote de un árbol o una planta que florece, acepto vivir de nuevo.
3.
Circos, venta de loritos, de cachorros, o de huevos de tortuga… y nuevamente reniego mil veces de vivir rodeada de todo eso. ¿Has visto la carita expresiva de un zorro?, ¡y pensar que hay putas pintarrajeadas (remedos de seres humanos) que ambicionan tener abrigos de pieles! Con gusto mataría a todas, mujeres de cerebros huecos.
4.
Cantan los zanates, que se han apropiado de varios sitios arbolados de la ciudad (tal vez no es un canto, sino un graznido) y el mundo vuelve al orden, y otra vez estoy feliz de estar viva. Los miro volar como ráfagas negras, con largas alas; veo sus ojos amarillos claros: alertas y brillantes. Entonces, mi mundo toma forma de nuevo.
martes, 23 de marzo de 2010
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Tiernas miradas de animales que no entienden lo que pasa cuando los atrapan, cuando les pegan, cuando los encierran. Solo miradas y caritas que nos hacen entristecer por todo lo inhumano que son algunas personas. Son miradas alegres, llenas de vida para aquellos que los amamos y los respetamos.
ResponderEliminarFelicidades por tu texto. Hasta luego.
Gracias, Gerardo, escribiré más. Sobre todo eso que me inspira...
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