
Este era un escorpión que tenía ambiciones de explorador. Un día, una isla que se hallaba en el centro de una laguna, despertó su escorpiona curiosidad, y al ver a una rana que tomaba distraídamente el sol sobre una piedra, se le acercó y le propuso cortésmente, que lo llevara a la isla.
- Tú y yo somos distintos. Contestó la rana. Ya está dicho que:
Seres de distinta naturaleza
no deben frecuentarse
porque terminarán con certeza
por aniquilarse.
Si yo acepto llevarte hasta el centro de la laguna para satisfacer tu escorpiona curiosidad, en cuanto nos alejemos de la orilla, me clavarás tu venenoso aguijón y moriré.
-Se ve claramente que eres un batracio-, dijo el escorpión. -Se necesita tener mucha sangre fría para desafiar impunemente la inteligencia. No ves, rana tonta, que si en medio de la laguna yo te clavo mi aguijón, moriremos los dos ahogados-.
- Es cierto, afirmó la rana-, y lo dejó subir sobre su espalda.
El curioso escorpión disfrutaba el placer de ser transportado sobre el agua, admiraba las hojas de nenúfar que flotaban en la laguna, sentía la corriente, el viento y la frescura. En medio de la laguna, lejos de toda orilla, súbitamente el escorpión clava su venenoso agujón sobre la rana. Mortalmente herida, la rana comienza a patalear y a gritar:
- Estúpido escorpión, mira lo que has hecho, ahora no podré seguir nadando y en pocos segundos nos moriremos ahogados los dos-.
- Es cierto-, responde el escorpión, -pero yo nada puedo. Esa es mi naturaleza-.
Fabula hindú del Panchatantara (Siglo XXX A.C.)
Buen acierto haber puesto esta leyenda, es bella y llena de realismo, como la vida misma.
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