
Este invierno me ha helado el alma. Me comprime el cuerpo y cuando miro el techo quisiera que me hablara (si al menos hablara como lo hace con uno de los personajes de Saramago), pero no, sólo está ahí impávido y silencioso. Nunca, como ahora he tocado mi soledad tan quieta y fría como un hielo permanente. Quisiera salir por la ventana para volar en una ráfaga de viento.
Sólo el calor de mis perros y su pelo suave me acerca a un universo de tibieza en donde el mundo se vuelve bueno y el cariño se palpa sin pedirlo. Mis manos tocan a estos ángeles sin alas y todo mi ser se sosiega como entregándome a un microcosmos en donde encuentro armonía. Porque ¡maldita sea! cómo necesito cariño y tener presencia en este mundo.
Un excelente texto, con palabras muy cálidas y llenas de imágenes. Quizás tu autoestima y depresión te dejen pasmada, sin poder hacer nada.
ResponderEliminar¡Pinche terapia gestal para que lo que sirvió!
Nunca quise que ninguna terapia ni psicoanalítica, ni Gestalt, ni conductista, cambiaran esta parte nostálgica que es mi esencia más pura. Para eso no sirven esos filtros. Soy trágica por naturaleza, y eso no deseo que nada ni nadie me lo cambie.
ResponderEliminarPercibo el mundo de una manera afectiva como un niño o un animal (parafraseando a Tarkovski), por eso en mi camino voy coleccionando trocitos de espejos rotos. ¡Cómo si no lo supieras de siempre! Jamás quise convertirme en un cascabel de plata, ni pagué terapias para aparentar fingidas alegrías. Y si la terapia me hubiera quitado sensibilidad ¡qué lástima hubiera sido!
No tengo máscaras y soy la que soy: frágil, afectiva, insegura y miedosa.(Aunque pensandolo bien, antes me apenaba ser así y ahora no). Aprendí a asumirme y a caminar con quien desee ver las estrellas conmigo.