
Un cuchillo teñido de rojo por una traición fue enterrado lentamente en mi vientre. Después con más fuerza, hasta que se hundió en mis entrañas. El desvanecimiento me alivia, y empieza a salir la sangre roja, muy roja. Las fuerzas me abandonan y quedo embarrada en mi propia sangre, como una mujer asesinada que suele aparecer en cualquier foto de la nota roja.
Quiero dejar de sufir el dolor del engaño, deseo que se enfríe mi corazón y se muera: tal vez así se olvide la traición.
Soñé con vivir de otra manera, con alguien a mi lado que no tuviera una doble vida enlazada a la de otra mujer.¡Cómo anhelé que el hombre que me mirara, y fuera mi compañero, fuera capaz de contemplar, por momentos, el universo en mis ojos! Sin embargo, mis ojos no le dijeron nada.
Mi cuerpo quedó vacío de caricias, ignorado, al igual que un mueble viejo. ¿Cómo podré ahora revivirlo de nuevo, y sobre todo cómo confiar otra vez, después de haber creído en todas sus mentiras? ¿Cómo levantarme y resurgir?
Por ahora, vivo sin una razón: porque el duelo ante la separación de una pareja es algo contundente. Pasará, no hay duda, pero ¿cuánto sufrimiento me falta para terminar por fin con ésto?
Estaré sola por mucho tiempo, o tal vez aparezca en mi camino un hombre que de verdad me ame, y se encuentre a sí mismo en mí. Quisiera un hombre viejo, muy viejo, que me mirara como a una jovencita, alguien a quien mi piel poco firme le cause ternura; y que en cualquier momento del día, me abrace con todas sus fuerzas.
¿Qué se puede decir?
ResponderEliminarnada
sólo un abrazo en la distancia
y el deseo solidario
de que el tiempo, sanador, transcurra...
Gracias, querido Gustavo. Tal vez tú lo hayas vivido: duelen más las heridas del alma que las del cuerpo.
ResponderEliminar