A MI NEGRITATestimonio
(Su muerte fue el 7 de junio de 2006, a las seis de la tarde)
Ya no estás conmigo, mi Negrita adorada. Antes de tu muerte toqué tu piel caliente y suave. Estabas dormida, echada en el corredor, con tus patitas pachonas estiradas (adorable gordita de mi corazón, sólo mía). Acaricié tu cuerpecido rendido por los años, enfermo... Me despedí de tí. Te dije: "Adios, mi adorada, ya no te puedo retener conmigo". Llamé al veterinario. Le pedí que viniera a mi casa. No quería llevarla a la clínica con su correa, engañada, podría creer que salíamos a dar un paseo, pero ya no habría más paseos.
El veterinario llegó puntual y nos fuimos al cuarto del fondo que estaba más calientito. La acosté con cuidado sobre la alfombra. Él le inyectó un sedante y nunca dejé de acariciarla, de despedirme de ella. Después fue la inyección letal. Jamás dejé de tener contacto con ella, mis manos sobre su cuerpo, tocándola con suavidad. No pude aguantar el llanto. Después de unos minutos mi Negrita estaba dormida, inmóvil, y después muerta. Afirmó el veterinario: "Ya murió". Le pedí dos minutos más para estar seguros y despedirme en espíritu de ella. Mi dolor era sólo mío.
Llegó el momento en que se la llevaran y la ví irse, incluso me asomé por la ventana. Le dije: "Adiós, mi adorada, quisiera seguirte para no separarnos. Te sigo queriendo aunque estés muerta, pedacito de mi corazón, mi dama."
Nunca jamás, lo juro, me dio asco su condición de perrita vieja y enferma. Cualquier desecho suyo lo limpié con amor. Incluso el olor de su cuerpo, a veces fétido, no me daba repulsión; era más fuerte mi amor y mi compasión, pues entendía su vejez y su situación de indefensión y desgaste.¡Qué importaba, si en esencia ella era la misma: única y querida!
Ese día, su muerte fue también un pedacito de la mía. Me preguntaba cómo sería la casa sin ella. La amé como sólo a ella podría amarla, era mi sencillo y cálido animalito. ¿Qué habría en su cabecita y en su corazón en esos últimos tiempos? ¿Sentiría dolor? Su respiración era a veces agitada y tenía mucha, mucha sed. Ese día se detuvo el tiempo.
Adios a su cuerpo enfermo: ella fue compañera de mi alma, mi animalito lindo, mi animalito bueno. Su espíritu inocente y puro estará a mi lado, acompañándome en esta casa, que fue también la suya.